No puedo evitar ser Géminis, como no puedo evitar tener los ojos marrones o la piel blancuzca. Así que hago lo que hacen las Géminis: no parar quieta un momento. Por eso, una pregunta que me hacen mucho es «¿cómo te apañas para hacer todo eso sin desquiciarte?» Yo suelo contestar «Porque lo hago todo a medias y mal». Que no es verdad ni es mentira, pero es una respuesta que deja a gusto en general. Y sí, claro que me desquicio a veces, más de las que quisiera, pero tengo mis trucos particulares para soltar la presión, los que me funcionan a mí. Son mis terapias particulares.
- Una es el deporte. Nado y bailo. Tres horas a la semana, y al lado de mi casa. Sin complicaciones. Mucha intensidad en poco tiempo, lo ideal. Adrenalina a tope y cuerpo escombro cuando salgo de la piscina o de la academia.
- Y dos, la costura. La costura es terapéutica, amigas, y debería considerarse un arte oriental: mezcla de meditación, concentración, foco, calma y relax. ¿Lo mejor? Que todo eso sucede sin darte cuenta.
Asómate a esta escena:
Tú creías que estabas peleándote con una cremallera que no se cose bien en un pantalón. Pero no. Lo que haces realmente es apartar durante la hora y media (en mi caso) que das con la solución, ese otro problema (trabajos, niños…) que no se iba de tu cabeza. Y cuando el problema vuelve, la cremallera se ha llevado el velo que cubría tu problema para ahora verlo mucho más nítido. Y piensas con más claridad. Y la verdad, no era para tanto. Qué grueso era ese velo. Por lo menos de loneta.
Pero Gema… ¿entonces las cremalleras son las nuevas psicólogas?
Bueno, no exactamente. La costura, como cualquier otro hobby, hace de distracción no solo para ocupar el tiempo libre, sino para dejar en segundo plano otras preocupaciones que necesitan pasearse un poco fuera de tu mente y así poderlas digerir después.
Coser (o cualquier otra actividad manual), es una medicina con beneficios para cuerpo y alma. En dos vertientes, lo físico y lo mental. Físicamente te obliga a estar en una posición tranquila (especialmente si coses a mano, bordas, haces punto de cruz….) y eso ya te predispone al relax. Las pulsaciones se acomodan a un ritmo bajito, y la respiración se ralentiza. Consecuencia: la ansiedad se va otra parte, no está a gusto en un cuerpo calmado. Otro beneficio físico es el desarrollo de la motricidad fina, la que te hace mejorar el movimiento de precisión de las manos y los dedos. Lo torpe que parezco yo haciendo ganchillo y el arte que tiene mi suegra en las manos cuando coge una aguja. Claro, es que ella ha practicado mucho esta habilidad, y le sale perfecta. Verla mover los dedos mientras lo hace es absolutamente hipnótico. Más motivos que te llevan a la relajación.
Y en el ámbito de lo mental, se me ocurren estos beneficios:
-Dejas fuera de tu cabeza, durante un ratito, los «pensamientos intrusos«. Se llaman así las ideas tóxicas a las que damos muchas vueltas, que nos asaltan todo el tiempo y no nos dejan en paz. Obsesiones, preocupaciones….Mientras adivino cómo hacer bien una cinturilla, mientras calco un patrón con mucho cuidado, o mientras pienso cómo poner la tela para aprovechar bien los cortes, no hay pensamiento intruso que se cuele en mi cerebro. No cabe. Las neuronas están en otras cosas.
-Así que practicas la atención plena en la tarea a realizar, lo que ahora se llama «mindfulness» pero con una ventaja extra: al final de la meditación tienes una falda, una muñeca de tela, una blusa que sólo llevarás tu…. Es como una sesión de spa con producto final de regalo.
-En Psicología está más que comprobado el beneficio que tiene «la recompensa» para la conducta. Se llama refuerzo positivo. Si empiezo una tarea y se me da bien, veo resultados, y me siento muy orgullosa de lo que acabo de conseguir, se activan dos procesos en el cerebro altamente beneficiosos: por un lado el aumento de la autoestima («No me digas que eso te lo has hecho tu! si parece comprado!», frase que nos sienta fenomenal), y por otro, la tendencia a asentar esa conducta, a repetirla, a incorporarla en nuestra vida. A cultivar el hobby.
-Este hobby cultivado del que hablamos es una forma más de dedicarse tiempo a una misma. Todas sabemos lo importante que es eso. Niños, maridos, novios, padres, jefes, clientes…. todos ellos tienen nuestra atención constantemente, ¿pero y nosotras qué? El tiempo de coser, cuando no es por obligación, es una magnifica oportunidad de darnos a nosotras mismas tiempo y espacio.
-Cuando creamos algo con nuestras manos, y nos sale bonito, por pequeño que sea (un broche, una diadema, un monedero…), se nos dispara algo genial que es el entusiasmo. Esta semana he leído una frase con la que comulgo 100%. Es de una psicóloga, Marina Diaz, que en su blog Psicosupervivencia (que sigo con auténtica devoción y os recomiendo) decía:
«El entusiasmo es una fuerza potente y contagiosa que se transfiere con facilidad a otras áreas»
Y es tan cierto! Cuando estamos contentas por algo, todo se contagia de nuestra alegría y hasta eso que ayer veíamos un poco gris igual ha subido un par de tonos.
-Qué decir de este asunto si, como alternativa, la terapia es de grupo. Sentarse con amigas alrededor de una mesa para hacer estas tareas, compartir conocimiento y soltar presión… nada puede salir mal!
-También podemos verlo como una opción estupenda para compartir con nuestros hijos. Ellos aprenden por imitación. Yo aprendí de mi madre y mi abuela, pero ahora al echar la vista atrás interpreto esas tardes que ellas me enseñaron a hacer trabajo manual no como clases, sino como tiempo que me regalaron para estar con ellas y compartir la vida. Cuánto aprecio eso ahora. Y la mejor forma de ver que esos momentos tienen sus frutos, es que mi propia hija pidió de regalo una máquina de coser de juguete, para estar más rato con mamá y aprender. Mucho mejor que ver a los padres enganchados al móvil, a la TV o a la tablet. Recordad lo de aprender por imitación…
-Otra reflexión al hilo de esto: el desarrollo de habilidades, sea la costura, los bolillos, el crochet, el scrap… lo que sea, hace que nuestro tiempo adquiera valor. ¿Qué tiempo creéis que es más virtuoso: el que habéis empleado en coser un baberito para el niño de tu amiga, o el que habéis estado tiradas en el sofá mirando Instagram o mandando whatsapps con bobadas?
Ya, todo esto es muy bonito, pero ¿y si se me da fatal la labor, la tengo que deshacer diez veces, me lío con el patrón y me he cargado esa tela que me costó un pico? ¿Y si es el propio hobby el que me desespera y necesito una terapia después para recuperarme del ataque de nervios? (estoy exagerando un poquito). Pues señoras, hasta eso tiene su parte positiva.
Cuando las cosas en costura (o cualquier hobby manual) no nos salen bien a la primera, se activa un área de nuestro cerebro que a veces no tenemos bien entrenado a nuestro favor, que es la solución de problemas. Nos estrujamos las meninges para encontrar como arreglar desaguisados y eso también es terapéutico. Nos ayuda a abrir la mente. Buscamos respuestas en internet, interaccionamos con la gente del mundo virtual que sabe de ello (grupos de Facebook, blogs especializados…) pero también con la del mundo real: Llamamos a la tía Angelita para pedirle opinión, pasamos un momento a casa de la vecina a ver si ella nos da alguna idea, bajamos a la mercería a preguntar…. En general, nos buscamos la vida. Y eso es un entrenamiento cerebral brutal: No conformarse con las mediocridad, enfrentarse a retos, fomentar el amor propio. Y recordemos, mientras estamos ocupadas en solucionar estos asuntos, no le estamos haciendo caso a los pensamientos tóxicos o a las preocupaciones obsesivas. Que no se van a ir, no nos engañemos. Pero se hacen más débiles porque no los atendemos como antes. Y un problema débil es carne de solución.
No obstante, también hay trucos para sobrellevar mejor las dificultades costuriles. Yo cuando me enfrento a una labor que creo que me va a llevar tiempo y dedicación, lo que hago es no sentarme a hacerla si no dispongo de varias horas por delante. Si voy a montar un chiringuito de patrones, telas, hilos, despliegue de máquinas y demás perejiles, no lo hago para que a los tres cuartos de hora lo tenga que recoger y no haber avanzado nada en el proyecto, porque eso me frustra mucho y me da pereza volver a empezar.
En fin, chicas, espero que el post de hoy os lleve a dedicaros con más ganas a vuestros proyectos manuales, sabiendo que en la tarea os lleváis un dos por uno: la labor, y una mente más sana.
¿nos contáis vuestros trucos para relajaros mientras coséis? ¿compartís vuestra experiencia? Os espero en los comentarios. musas!
Me parece un artículo de lo más acertado.Es bien cierto que mientras estoy haciendo labores mi mente descansa de los asuntos terrenales (muchas veces fastidioso y estresantes, cuando menos…) y dejo de pensar en esas personas que se empeñan en fastidiar la vida a los demás.Se consigue esa sensación de mente vacía que muchos buscan con terapias complicadas.Así, sin buscarlo.
También tengo que decir que soy una egoísta, pues esa bonita sensación la consigo más cuando me hago algo para mí, o quizás es que si es para mí me siento menos presionada, no sé.
Bueno, y al final eso, el premio.Una prenda que es exactamente a cómo tú la has imaginado.Todo un regalazo para mí misma.Un beso.
Hola Ana María, cuánto me alegro de que compartas esta opinión de que las labores son una especie de terapia sencilla, eficaz y encima con un resultado en forma de producto! ¿quien da más? un beso y a seguir por este sendero de relax.